J. Guayerbas / Talavera
Una proyecto del arquitecto Manuel Urtiaga que permitirá a la ciudad de Talavera de la Reina contar el próximo verano con un nuevo espacio para el culto y la cultura espiritual. La iglesia jerónima de Santa Catalina, y más tarde jesuita, conocida como San Prudencio, reabrirá sus puertas tras más de tres décadas cerrada al público. Una recuperación patrimonial ya no sólo para este municipio, sino para la provincia de Toledo y para Castilla-La Mancha.
La intervención inicial, presupuestada en algo más de 1,2 millones, rozará finalmente los 2 millones de euros. Así lo ha explicado a El Cultural Castilla-La Mancha Matías Martín, administrador de la Fundación Aguirre, propietaria del inmueble y única entidad que hasta la fecha ha comprometido fondos económicos para la rehabilitación de uno de los edificios más característicos e identitarios de Talavera.
De momento, ni Ayuntamiento, ni Diputación Provincial, ni Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha se han interesado en el plano económico por la recuperación de este Bien de Interés Cultural (BIC desde 1992) de propiedad privada.
En el interior del templo se ha levantado un esqueleto de hierro -andamios- para trabajar en la cúpula, según Muñoz, a punto de colapsarse. Para ello se han ‘cosido’ grietas y se han resuelto así los problemas estructurales que presentaba la cúpula del crucero, cuyas pilastras están decoradas con esculturas de los cuatro padres de la Iglesia. Aún conservan parte de su policromía. La intención es restaurar y consolidar el color de estas cuatro imágenes.
Asimismo, como indicaba Muñoz, el templo contará con iluminación artística y monumental de primer orden y con una instalación de sonido acorde a las nuevas tecnologías del siglo XXI.
Las obras comenzaron en mayo de 2016 con los trabajos arqueológicos dirigidos por Marcos Muñoz Sánchez-Miguel, y los estudios geotécnicos y de patologías estrucutrales del templo.
Las catas depararon grandes hallazgos patrimoniales, como la cripta a la que se podrá acceder una vez concluida la intervención, o un muro de sillería y revoco de cal que puede datarse en el siglo XVI, quizá, explican, perteneció a una estructura anterior a la de la iglesia.
La puerta renacentista en el bajo coro es otro de los elementos que se han decidido recuperar, junto a otras puertas y vanos que permanecían ocultos y que antaño conectaban los claustros con el monasterio, sin obviar la arquería y las policromías que se han incluido en la agenda de restauración.
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© Javier Guayerbas