A finales del siglo XIX nuestro país sufrió una importante crisis política e, incluso, identitaria. Sus dañinos efectos pudieron paliarse gracias al esfuerzo y dedicación de los que buscaron la regeneración de España, utilizando el término que entonces se puso de moda y marcó un tiempo.
Los miembros de la conocida Generación del 98 fueron los encargados de mostrar la cruda realidad en la que se encontraba la nación. Sin embargo fueron otros los que se pusieron a trabajar y a ellos se debe la puesta en práctica de diferentes proyectos de regeneración social, moral y económica que buscaron el desarrollo de nuestras atrasadas poblaciones y una convergencia real con Europa. Un proyecto que atrajo a los jóvenes intelectuales de entonces y se convirtió en la seña de identidad de la generación que superó a la del 98 y hoy conocemos como del 14.
Fruto de aquellos debates y planteamientos fue la defensa de proyectos como el del impulso al regadío que propuso Joaquín Costa desde Aragón, o el proceso industrializador emprendido en las provincias vascas y catalanas, por todos conocido. Sin embargo, hubo otro foco regenerador destacado que hasta ahora no ha sido tenido en cuenta. Me refiero al que protagonizó un grupo de gente en Toledo, que fue capaz de diseñar un modelo de progreso basado en el respeto al Patrimonio cultural y a la adecuada gestión de sus bienes, con el fin de convertir a la ciudad en la que vivían en referencia de una nueva industria, que empezaba a mostrar su capacidad y que hoy conocemos como turismo.
Así y gracias al empeño de una sociedad civil fuerte, Toledo se embarcó en el diseño de un modelo regenerador propio que partía de la conservación de su Patrimonio y con él, de las principales señas de identidad de sus gentes, en un momento en el que otras poblaciones similares prescindían de ellas por una mera especulación urbanística presentada, en el mejor de los casos, como muestra de higiene y progreso.
De esta manera y gracias al esfuerzo de unos pocos, nunca exento de incomprensiones, enfrentamientos y dificultades, Toledo fue capaz de generar en la segunda década del siglo XX un primer modelo turístico y cultural de excepcional valor e interés, que convirtió a la ciudad en referencia internacional y dio vida a sus gentes.
Toledo fue capaz de generar en la segunda década del siglo XX un primer modelo turístico y cultural de excepcional valor e interés, que convirtió a la ciudad en referencia internacional y dio vida a sus gentes.
Hoy, cien años después de ese proceso, es necesario volver a actuar y discutir sobre el papel que debe tener el Patrimonio cultural toledano en el siglo XXI como elemento de desarrollo. Es necesario reflexionar sobre lo conseguido hasta ahora pero, también, sobre las muchas carencias que tiene el modelo en nuestros días, que son consecuencia del imparable desarrollo de una sociedad moderna y activa como es la nuestra, que requiere fórmulas cada vez más actualizadas y dinámicas.
En este sentido, conviene recordar que el concepto de Patrimonio ha cambiado mucho desde comienzos del siglo XX y que hoy se valoran y aprecian temas muy diferentes a los que entonces permitieron crear el modelo turístico y regenerador toledano. Aspectos tan variados como los paisajes culturales, la gastronomía, la memoria o el patrimonio inmaterial por citar sólo algunos de los más conocidos, forman parte de una realidad nueva y por lo tanto poco o nada aprovechada, que debe servir para generar nuevos modelos y focos de interés, destinados a garantizar un futuro tan exitoso como fue el que se fraguó hace cien años.
Algo parecido debería ocurrir en otras poblaciones de la región, en especial en Talavera de la Reina, empeñada, por primera vez, en aprovechar su importante riqueza patrimonial para salir del anonimato turístico en el que ha permanecido durante el siglo XX y lo que llevamos del XXI. Su pasado y su presente como cabeza de un espectacular territorio, son motivo más que suficiente para apostar por el potencial de su oferta y conseguir con ella la regeneración que la población necesita.
Algo parecido debería ocurrir en otras poblaciones de la región, en especial en Talavera de la Reina, empeñada, por primera vez, en aprovechar su importante riqueza patrimonial para salir del anonimato turístico en el que ha permanecido durante el siglo XX y lo que llevamos del XXI.
Este cambio en la creación de modelos destinados a generar una sociedad más rica, social y económicamente hablando, es uno de los retos más importante que tenemos ante nosotros y por el que debíamos preocuparnos, aunque no parece haber alcanzado ningún protagonismo. Superarlo depende sólo de la existencia de una sociedad civil destacada que coloque el tema en las prioridades de los poderes públicos y obligue a sus responsables a considerar que el Patrimonio cultural es algo más que un lujo o un simple refugio para el entretenimiento de unos pocos.
En este empeño, me gustaría recordar y valorar el papel que tuvo la prensa a comienzos del siglo XX con el fin de apuntar, de alguna manera, el que debe tener en el presente. En este sentido, hay que decir que nada de lo conseguido hace un siglo hubiera sido posible sin la decidida actuación de la prensa local toledana, que se preocupó por destacar los esfuerzos que realizaron unos pocos y dio muestra de la pluralidad y buen hacer de una sociedad, que canalizó sus anhelos y aspiraciones a través de las numerosas cabeceras que entonces se publicaban.
Desgraciadamente, el debate está hoy más mucho más adormecido y la prensa no le da el protagonismo que tuvo en su día debido, entre otras cosas, a que hay menos publicaciones y temas como la actualidad social y política parecen monopolizarlo todo.
Por su implicación en temas patrimoniales y porque necesitamos medios que promuevan esos espacios de reflexión que interesen a la sociedad de nuestro tiempo, creemos necesario apoyar un nuevo proyecto editorial como es el que acoge este artículo.
Por eso, por su implicación en temas patrimoniales y porque necesitamos medios que promuevan esos espacios de reflexión que interesen a la sociedad de nuestro tiempo, creemos necesario apoyar un nuevo proyecto editorial como es el que acoge este artículo. Ánimo por lo tanto y nuestros mejores deseos de éxito para Javier y todos los que se han embarcado en la edición de un medio digital regional especializado en cultura que nace hoy y que, estamos seguros, se convertirá en una pieza básica para promover un futuro mejor para todos.
Jesús Carrobles Santos es
Director de la Real Academia de Bellas
Artes y Ciencias Históricas de Toledo